sábado, 1 de septiembre de 2007

El baño de una noche de verano

La noche de ayer es de esas improvisadas, de esas que salen porque están escritas en alguna parte, no sabemos muy bien donde. Soy de la opinión que estas son las mejores: las que salen porque tienen que salir, porque estas a gusto con un grupo de amigos y porque el destino a veces tiene estas pequeñas sorpresas guardadas. Cuando sales ya todo bien vestidito de casa pensando en la juerga que te vas a pegar, pensando en que ligarás un montón porque llevas un perfume comprado en París y vas todo vestido de Ralph Lauren o de la boutique donde trabajaba el Dega , al final, no acaba ocurriendo nada. En cambio, el día menos pensado, puedes acabar a las ocho de la mañana bañándote en pelota picada en la playa, después de una juerga madre.




Todo empezó con la final de la Supercopa de Europa entre el Sevilla y el Milán, marcada totalmente por la muerte de Puerta. Fuimos a casa de Chus a verla. Lo primero que dije al ver el partido fue: “Chus ahí teníamos que estar nosotros…”. Madre mía si hubiésemos ganado esa final-que merecimos ganar - estaríamos jugando, ni más ni menos, que contra el Milán en Mónaco. En fin, dicen que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió, así que mejor no pensar. Como ya he dicho fue un partido muy emotivo, donde el resultado acabo siendo lo menos importante.Miguel nos vino a buscar para irnos a cenar.


Bajamos andando desde casa del Chus al cine, donde está el restaurante Tagliatela (no sé si se escribe así). Allí estuvimos esperando un buen rato, éramos 7 y habíamos reservado para 6, así que el chico nos dijo que teníamos que esperar unos 20 minutos. Miguel propuso a Rafa que nos dejara para ser 6 y coger la mesa, pero este finalmente se quedó y le cogió la pizza. Era el tiempo suficiente como para que no esperáramos más y buscáramos otro destino. Se propuso el The Flau, pero estaba cerrado. Acabamos en el famoso Alaska, pidiendo el también famoso número 11: bravas, pinchos y pulpitos. En su día estaba muy bien, pero a mi ayer no me gustó nada: bravas congeladas, pulpitos fríos y que sabían a todo menos a lo que eran y un pincho que era lo único que se salvaba. Nos tomamos los respectivos cafés, sin copas ni leches en vinagre (normalmente cuando después de las cenas ya empezamos con los orujos de hierbas, los Maria Brizard y los pacharanes es que la noche puede ser fuerte, pero no, después de los cafés, vino la cuenta).




Rafa y Carlos se fueron al Oddvar con Oli y Albert que estaban pensando en la aventura que les esperaba hoy: subir a la Mola. Si me hubiesen avisado hubiese ido... Los demás nos fuimos al Hockey, donde nos encontraríamos con Eli y Marta que tenían cena de equipo, la primera, y sólo llevan una semana entrenando. Empezamos jugando a cartas, el que perdía se tomaba un chupito, sumándole el cubata respectivo de cada uno. Acabamos bebiéndonos yo no sé cuantos chupitos – o más- . Según dicen perdimos Chus y yo, pero no me fío mucho. Después de acabar la partida, las féminas, afectadas ya por el alcohol, tenían ganas de irse a bailar, en cambio, los machos, teníamos ganas de seguir allí bebiendo y pegando la charla sobre cualquier tema. El caso es que como no nos pusimos de acuerdo, ellas se fueron y nosotros nos quedamos. Nos dejaron un topo, con un objetivo claro: convencernos lo antes posible para ir al ACME. Allí, solos, nos tomamos como dos o tres copas más. El topo, que por si no lo sabíais, era el Miguelito, no nos dejaba beber más, dio órdenes expresas a su tía Conchi para que no nos sirviera más alcohol. El caso es que cerramos el Hockey y nos fuimos para el ACME sin tomarnos la última copa de rigor, por culpa del de siempre. Allí llegamos y la volvimos a liar: copas, risas, excesos… Cuando uno se sube al podium y baila sin vergüenza alguna es porque “no anem bé”, pero bueno nos subimos e hicimos un poquito de cachondeo. Por cierto, me gusto mucho la música del ACME, lo dejo ahí. Otro sitio que cerramos. Y ahora la pregunta de siempre: ¿dónde coño vamos con este pelotazo a las cinco y pico de la mañana?, las respuestas fueron varias: al hockey (¿queríamos volver a abrirlo?), a la churrería, a casa de la Ada… Al final ninguna surgió y estuvimos un cuarto de hora esperando a ver qué decidíamos. Hasta que no sé que mente lúcida dijo: ¿por qué no vamos a la playa? Al principio pareció una burrada, pero poco a poco fue cogiendo cuerpo y... tal y como va tras, que a la playa nos fuimos.




Cuatro tripulantes dejaron el barco: Ada, Laura, Marta y Carlos. Marta, todo carácter, cogió un mosqueo de dos pares de narices, o eso, al menos, es la sensación que me dio desde el coche. Desde fuera parecía que ella quería venir, pero su esposo no. Y digo yo: ¿no podía venirse ella sola? No sé, estoy hablando de más, prefiero no meterme en temas de parejas (ya lo he hecho). El caso es que partimos desde la churrería de Cerdanyola hasta la playa de Montgat. En el coche de Miguel escuchamos todo el rato a Rosana, “A fuego lento” y “Bebes de mí” y “A fuego lento” y “Bebes de mí y “A fuego lento” y “Bebes de mí”… finalmente nos cambió el repertorio y cantamos a viva voz “Navidad”, sí, sí: “navidad, navidad, dulce navidad, la alegría de este día hay que celebrar…” También de Rosana. Finalmente llegamos a la playa Rafa, Marta, Eli, Miguel, Chus, Dega y yo, cogimos un par de toallas que milagrosamente había en los coches y una bufanda de horrible del Miguel, todo era bueno para secarse el cuerpo. Calor, lo que se dice calor, no hacía. Más bien el ambiente era frío, ¿no Dega? La garganta se la cubrió con la bufanda horrible del Miguel. La playa, lógicamente, estaba vacía. Empezamos a desnudarnos y sin pensarlo dos veces nos fuimos al agua. Yo no sé si era mi estado de embriaguez o es que realmente estaba el agua a una buena temperatura, el caso es que a mi, que me cuesta meterme en pleno agosto, no me costó nada. Bañarse desnudo creo que es uno de los mejores placeres que hay. No lo hago nunca, no sé si por pudor o por yo que sé. El caso es que reconozco que los nudistas tienen razón cuando dicen que se disfruta mucho más. Una vez bañados fuimos saliendo de dos en dos – sólo había dos toallas. A mí me tocó el penúltimo. Me dio un poco de asco ponerme los calcetines con los pies llenos de tierra y después las bambas… aggghhhh, mejor no pensar. Cuando sales piensas en las consecuencias negativas: frío, arena, ropa mojada, etc; pero vale la pena. Miguel se puso también un poco tonto con tanta carne, un poco bastante, pero que lo cuente él, si quiere. Además, no sé muy bien como a Chus le aparecieron once dedos de repente, que Miguel, muy gustosamente, contó.




Nos marchamos hacía el coche pensando en nuestro siguiente destino, saliendo por mayoría el Supan de Canaletas. En el coche Miguel nos comentó que el Hockey lo habrían a las siete y media, así que salió lo que tenía que salir: ¿por qué no nos tomamos la última allí? Miguel se subía por las paredes: “ por favor, pero estáis locos, no os dais cuenta que hemos cerrado un bar y queremos volver a abrirlo? La respuesta : Sí y ¿ qué? Finalmente no fuimos al Hockey sino al Supan. Antes de entrar me llama mi padre, creo que es la primera vez que me llama mi padre preocupado por donde estoy, jamás, ni con 14 años me han puesto pega con la hora, y ahora con 23 años me llama a las siete y pico de la mañana preguntándome donde estoy. “ Papa estoy desayunando en el Supan, el de enfrente de casa no, el de Canaletas, en un rato voy”. Bueno después de comernos un bocadillo minúsculo de atún ( le dije no muy grande, no mini) con su respectiva cerveza y cafelito nos marchamos. Me acordé de una canción de Sabina que no canté porque me lo tienen prohibido: “ benditas horas que mezclan al borracho y al madrugador…”. Estaba la rambla de Canaletas de gente que iba a trabajar, de ciclistas y de demás personas que no sé que hacen despiertos tan pronto un sábado. Se volvió a proponer ir al Hockey, pero se descartó. Finalmente nos fuimos a dormir, ya tocaba.




Bueno, más o menos esta fue la historia de un 31 de agosto contada desde mi punto de vista. Sabemos que la historia puede ser muy distinta según quien te la cuenta, por lo tanto, animo a los demás compañeros de blog a que se animen y escriban su historia, Miguel ya lo ha hecho y Chus también, faltan los demás. También comentar que no tenemos ninguna foto de la noche, Carlos hizo algo con el móvil, pero hasta que pase las fotos podemos esperar. Pero casi mejor.




No quiero acabar sin acordarme de los que no pudieron venir : Laura, Oli y, muy especialmente, Lidia. Un beso y un abrazo muy fuerte guapa.

3 comentarios:

Miguelito dijo...

Relato absolutamente exquisito ...

Es de esas noches que no debería haber amanecido ...

Sencillamente, genial.

Lidia, arriba la Estéban!!!

PD: El javi no te fue infiel, lo controlé...

Nocioli dijo...

bueno, espero que cuando venga yo... Y SE ME AVISE PA CENAR!! (algun viernes doy pena a mis padres y m dan dinero pa k salga de kasa). Pues eso, un dia tenemos k ir al HOckey a abrirlo dspués de cerrarlo... un Ballantines con limon pero cortito!!

Por cierto, k pesado el pavo de la canción BRIGHT EYES!!!!

Javi dijo...

Joer como no dices nada macho, sabes que todos los viernes quedamos para cenar.Y , encima , si no vienes somos minoría los que queremos ir al Paseo.